para que al momento de buscarte entre las mareas
pueda tomarte con delicadeza; sin tocarte
y que solo sientas una brisa mientras duermes...
Este verso lo escribi hace 4 años, y en papel reposa junto a mi amada y eterna Yulita.
Para ser libre, uno simplemente tiene que serlo: sin pedir permiso a nadie. Uno debe tener su propia hipótesis acerca de lo que uno está llamado a hacer, y seguirla, sin ceder o condescender con las circunstancias. Pero ese tipo de libertad exige que uno tenga una extraordinara fuerza interior y que uno sea extraordinariamente conciente de sí y de su responsabilidad para con uno mismo, es decir, para con los demás.
La tragedia, por desgracia, es que no sabemos ser libres: exigimos libertad para nosotros mismos a expensas de los demás y no queremos en razón de los otros renunciar a nada que sea nuestro, ya que esto sería una intrusión en nuestros derechos y libertades individuales. Todos estamos infectados actualmente de un extraordinario egoismo --y eso no es libertad. La libertad significa aprender a exigirse a uno mismo, no a la vida o a los demás, y el saber cómo dar: sacrificarse, pues, en nombre del amor.
No quiero que se me malinterprete: de lo que estoy hablando es de la libertad en un sentido moral y último.
~ Andrey Tarkovsky
No recuerdo cuándo hice mia la idea "árbol", fue tal vez creándose en mi la idea después de abrazarlos, subirme en ellos, usar sus hojas de separadores, inahalar la frescura, leer sobre ellos, hablar sobre ellos, plantarlos, sembrarlos, tener que cortar sus ramas, ver el horizonte con ellos, y sin ellos, usarlos como analogías de otras ideas que ramifican en múltiplicidades y diversidades. La idea de árbol crece en cada uno, como cualquier otra idea sobre lo concreto o lo ficticio o su combinación, y tal vez al igual que un árbol cualquier idea sea igual de generosa, ¡que nos hagan creer que son nuestras! porque al igual que el árbol la idea nuestra es aquella que encuentra su semilla en nosotros mismos, venga de donde venga.